Los Grupos Autogestionados de Ahorro y Crédito, hacen parte de una estrategia, liderada desde el componente de desarrollo económico, promueve no solo la inclusión financiera local, sino también una cultura profunda de confianza, corresponsabilidad y toma de decisiones colectivas.
A través de estos grupos, las propias comunidades organizadas definen sus normas, establecen sus condiciones, gestionan sus recursos y proyectan un futuro más sólido desde la autogestión. Lejos de los modelos asistencialistas, esta iniciativa parte del principio de que las capacidades existen y solo necesitan ser reconocidas, potenciadas y articuladas.


¿En qué consiste esta estrategia?
Un Grupo Autogestionado de Ahorro y Crédito es una organización comunitaria que administra, de forma autónoma, un fondo común creado a través de la compra de acciones de ahorro mensuales y otorgamiento de créditos. Son ellos quienes deciden:
- ¿Cuánto ahorrar en cada ciclo?
- ¿Qué tasa de interés cobrar por los préstamos?
- ¿A quién se le presta y bajo qué condiciones?
- ¿Qué sanciones aplicar en caso de incumplimiento?
- ¿Quién puede ingresar o salir del grupo y qué hacer ante dichas situaciones?
Todo el proceso — desde la apertura de la caja, la recolección del dinero hasta el registro contable— está en manos del propio grupo. Al finalizar cada ciclo, se devuelve a cada integrante el monto ahorrado, sumado a los rendimientos generados por intereses y sanciones internas. Así, el capital crece desde adentro, y con él, la confianza mutua.
Más que ahorro: Cohesión Social y Poder Colectivo
El valor de esta estrategia no se reduce al componente financiero. Al gestionar colectivamente los recursos, las comunidades refuerzan su capacidad de organización, fortalecen la confianza interpersonal y ejercen su autonomía. Se construye así un tejido social más resiliente y preparado para enfrentar desafíos comunes.
Este tipo de mecanismos también permite que las decisiones económicas de las comunidades se tomen desde el territorio y no desde fuera, lo que mejora la pertinencia, la sostenibilidad y el impacto de las soluciones. Se trata de procesos donde la voz colectiva tiene peso real y donde la corresponsabilidad se aprende haciendo.
La sostenibilidad de estos grupos dependerá de su capacidad para mantener reglas claras, relaciones de confianza y formación continua. También será clave el acompañamiento estratégico en momentos clave del proceso: cuando se crean, cuando enfrentan dificultades internas, y cuando escalan su impacto.
Esta experiencia deja claro que la autogestión no es solo un mecanismo financiero, sino una práctica de ciudadanía económica, donde cada persona reconoce su capacidad de aportar, decidir y transformar.
San José de Urama está aprendiendo a ahorrar en comunidad, pero, sobre todo, a gobernar su propio desarrollo.